Karen accedió a una entrevista, quizás
con algo de formalidad. Ésta práctica hace mucho que no la realizo, una
entrevista no es cualquier formato, si no logro llevarla se vuelve sumamente
tediosa. El día otoñal está luminoso y una suave brisa da un sentido
inspirador. José
se acerca con su simpatía que lo caracteriza y dice:
Quedamos en encontrarnos en un bar que está alejado del microcentro
paranaense, un lugar con algo de historia, metido en un barrio del que fue
parte de mi vida por mucho tiempo.
-Hola linda, ¿qué quieres que te
traiga?
-En un rato te pido estoy
esperando una amiga.
-Listo
Elegí una mesa cerca de un ventanal,
mi delirio por esas aberturas. Alcanzo a ver a Karen que viene llegando, viste
unos jean y una camisa blanca con un suéter azul, su caminar es pausado, se ve
a lo lejos como una simple mujer, quizás es eso una “mujer simple”. Sus treinta
años no los parece llevar, se ve más joven.
Al entrar me ve y se dirige sonriente,
nos saludamos halagando el modo en que peiné mi cabellera, será que
siempre estoy despeinada. Pedimos dos cortados y comenzamos a hablar del tiempo
como suele ocurrir en la mayoría de las conversaciones. Le cuento sobre la entrevista
y si le molesta que la grabe. Ella está dispuesta a hablar de lo que sea. Confieso
que estoy entusiasmada con éste segundo encuentro, pero el periodismo ha quedado en mi pasado, eso lo tengo claro y
también el no someter el texto al
control del entrevistado.
-¿Por qué ser una mujer de compañía?
- Mm, que bien que queda en tu
voz eso de ser “una mujer de compañía”, más bien soy una puta culta. No es algo
que elegí, en un primer momento fue algo que me ofrecieron y se gana buena
plata y lo estaba necesitando. En el pueblo de dónde vengo habían cerrado la fábrica que sostenía a todos
y no hubo elección. No me quedó otra.
- ¿Y otras opciones no encontraste?
-Una sola, meterme en una casa de familia, pero no es
para mí. A parte yo lo veo como un trabajo
-¿Qué tipo de trabajo? ¿Te
implica una organización?
- Digamos con el tiempo tuve que
aprender ciertas cosas, no se nace puta, tenés que aprender. Si bien el sexo es
el primer objeto, pero eso lo primero- Comenzó a reír, y dijo ya te voy a
contar
-¡Contame ahora !
-Hasta el momento no tenía tanta
experiencia sexual, pero como tenía una amiga que estaba en esto y fue ella la
que me dio la agenda de algunos contactos, es más viví con ella un tiempo. El algún momento
de día me daba lecciones, tenía un maniquí y en él practicábamos. Una carcajada
soltó. Fue una linda experiencia, juguetear con el pene del maniquí, los
sonidos, en fin la mejor forma de meterlo en la boca y otras cosas …
Seguía riéndose a más no poder,
su sonrisa es contagiosa lo cual yo también reía. En un momento la entrevista
deja de ser informativa y se vuelve humana.
Retomamos la charla con otro café.
¿Y qué otros aprendizajes necesitaste?
-Bueno Anita, mi amiga me hizo
hacer cursos de masajes, reiki, aromaterapia,
sexo tántrico, letras
-¿Letras?
-Si si, hay tipos que en su orgasmo
le gusta que le recites un poema.
-¿En serio?
- Si, aunque no lo creas. Ah mira
te traje esto, es confidencial, te lo
muestro porque sé que no se va a publicar, pero para que veas que es un
trabajo.
Sacó de bolso una carpeta prolijamente
confeccionada, foliada. Sinceramente no lo podía creer era la carpeta de sus
clientes, sus gustos, placeres, tipo de liderazgo, intereses, música, deporte, economía.
Pensé estoy con una geisha argentina.
Conversamos sobre los clientes,
puede ver que tiene un favorito, habla de él del único con mucho entusiasmo, espero
que no sea lo que pienso.
La entrevista quedó inconclusa, porque
no va a terminar acá. La acerqué hasta su casa y al bajar me dice Ivana Ferro,
tengo esto para vos. Sacó un paquete bien envuelto.
Al llegar a mi casa, abro el
paquete un conjunto bellísimo de lencería y una nota que decía “ tengo un cliente, estaría bueno que lo
conozcas”
AVG
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