Soy escritora,soy todos mis intentos por seguir viviendo.
jueves, 1 de diciembre de 2022
DESCONOCIDOS
“Me casé con un hombre que no amé y él tampoco me amó. No nos debemos nada, estamos a mano.”
Recuerdo esa noche como si fuera la de hoy, me desperté, el bebé lloraba en el moisés, lo tomé y le di el pecho. Un hombre dormía a mi lado y no puede saber quién era. Roncaba, ocupaba el largo de la cama. Mientras sostenía al bebe en mis brazos, reparé que llevaba una alianza en mi dedo, estaba casada. Lo extraño es que no sentí temor, y por más que le pedía a mi cabeza explicaciones nada surgía. No era feo, observé su perfil, parecía alguien normal, al girar el hombre despertó y me miró. Sus ojos eran claros, pardos podría decirse. Con una voz nasal me dijo : – Se despertó, ¿tiene hambre?
No contesté.
_ ¿Estás bien?-, preguntó con esa voz que molestaba a mis oídos.
_ Sí – contesté con cierta confusión.
_ María te ves pálida.
El hombre me llamó María, pero ese no es mi nombre.
Dejé al bebé en el moisés y me volví a dormir.
Al despertar, ese hombre ya no estaba en la cama. Me levanté, la casa era mi casa, los muebles eran los míos, los cuadros, el escritorio, evidentemente vivía allí. En la mesa de la cocina, el extraño estaba desayunando. Me asombró ver el modo en que comía la tostada, con dos de sus dedos la empujaba hacia su boca, ¡sí la empujaba!, luego el sorbo de café era tremendamente ruidoso. Me miró, pero siguió como si yo no estuviera frente a él, me sentí invisible.
Busqué al bebé y lo dejé en el coche, él hombre ni se acercó. Preparé mi mate y me senté un rato, estaba con licencia por maternidad, así que no debía correr.
Busqué las fotos en mi escritorio y el hombre estaba en todas, en una de ellas me estaba besando. ¿Qué le está pasando a mi memoria?
Se fue de la casa, sin decirme nada, soy invisible evidentemente. Lo que estaba ocurriendo era el principio de un fin que estaba anunciado, el “desamor nos convierte en invisibles”

SONIDOS
Ana Llorente aceptó la soledad como parte de su vida. Joya, su gato suele despertarla paseando su cola sobre el rostro y un maullido suave comunica que la jornada comienza. Hace unos días le llegó de herencia un mueble en madera tallada, la “mesa de los abuelos”, la pieza ha permanecido durante cuatro generaciones en el seno de su familia. Durante los días siguientes, aparecieron voces en la noche, ruidos de platos cerca del mediodía, aroma a buñuelos de manzana durante las tardes, pasos de gente que van y vienen y la inconfundible voz de Julio Sosa, interpretando Cambalache un domingo gris. Nada perturbó la paz de la mujer, luego de mucho tiempo sintió que vivía acompañada.
Querido diario : Recíbeme entre tus hojas vacías para que pueda volver a descansar mi narrativa. Entre los últimos días de este año 2025....
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Había acomodado los acolchados sobre la inmensa cama que hablaba de algunas soledades. Vestida con ropa de dormir, su cara estaba helada y s...
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Quiero tu mirada, desafiante, amorosa y transgresora. Quiero tus manos de poeta, deslizando tus letras sobre el vértice de las pirámides ves...
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