domingo, 20 de septiembre de 2020

Paulo

 

        Paulo Cortés, podría decirse que es un hombre de bien y para ésta sociedad es un hombre invisible. Trabajador, esposo y padre. Hábil en su oficio de carpintero, aunque sus días laborales los ocupa en una oficina dependiente de la administración pública. Su esposa fiel devota a las creencias, intenta todos los días que sea un hombre de fe, pero Paulo es un escéptico. Tiene gran fascinación por los crucigramas y los domingos se ocupa de completarlos mientras se acompaña con el mate y la radio. Hace varios días que siente un silbido que resuena en el centro de su pecho, le molesta algunas veces, pero entiende que no es de preocupar. Ha decidido intensificar las salidas a correr durante la semana, pasó de dos días a tres. Es un tipo feliz, no cree necesitar nada más, lo tiene todo y no duda en contarlo cada vez que surge alguna oportunidad.
    Paulo siempre se despierta unos minutos antes que suene la alarma, los pájaros suelen ser sus despertadores, los empieza a escuchar cuando está saliendo del sueño. Se levanta, apaga la alarma y sale de la cama. Desayuna solo y se va a trabajar. Tiene la destreza de sincronizar cada acción. Mientras va caminando, ha observado los gorriones, algunos de ellos han mostrado comportamientos muy extraños. Pasan volando alrededor de los lapachos rosados, formando círculos perfectos. Otros se los ve sobre el suelo como aturdidos y somnolientos. Los que están sobre los cables de electricidad tiene una apariencia demacrada como si hubiesen perdido la grasa y masa muscular. Jura que ha visto la  mirada de  un abismo en aquellas aves. Sobre el hecho Paulo se ha quedado pensativo y el silbido se ha convertido en un dolor suave pero punzante.
    El cielo se ha tornado rosado y una cortina de humo hace denso el respirar. Muchos hablan de la inmensa belleza sin saber que las tragedias se estarían anunciando.
   Ese martes al abrir sus ojos, se asombró del silencio absoluto, no hubo cantos de los pájaros despertadores. Desayunó como lo hace habitualmente y sintió un calor pesado al caminar. A llegar a un enorme descampado por donde suele cortar camino, se quedó paralizado al observar el escenario plagado de muerte y silencio. Silencio que perforaba los oídos y apretaba en los pulmones. El campo estaba cubierto de gorriones, de palomas de la virgen, de benteveos, de tacuaritas, de morajúes, de teros….una muerte masiva, como si de golpe hubieran caído abrazando una danza sin retorno. Aquél día Paulo colapsó al saberse tan invisible como aquellas aves.
AVG



 Querido diario :  Recíbeme entre tus hojas vacías para que pueda volver a descansar mi narrativa.  Entre los últimos días de este año 2025....