Ana Llorente aceptó la soledad como parte de su vida. Joya, su gato suele despertarla paseando su cola sobre el rostro y un maullido suave comunica que la jornada comienza. Hace unos días le llegó de herencia un mueble en madera tallada, la “mesa de los abuelos”, la pieza ha permanecido durante cuatro generaciones en el seno de su familia. Durante los días siguientes, aparecieron voces en la noche, ruidos de platos cerca del mediodía, aroma a buñuelos de manzana durante las tardes, pasos de gente que van y vienen y la inconfundible voz de Julio Sosa, interpretando Cambalache un domingo gris. Nada perturbó la paz de la mujer, luego de mucho tiempo sintió que vivía acompañada.
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