martes, 20 de junio de 2023

El vuelo


En el viejo mostrador, Don Eusebio está detrás sirviendo una ginebra en un vaso de vidrio verde. La radio sintoniza un tango de los más tristes, llora un amor perdido entre tantos desencuentros. La mesa de madera gastada y las sillas pintadas de color marrón, confunden su antigüedad. Le pido que me traiga un café cortado. Mientras saco mi cuaderno para dibujar una esquina del bar, ingresa un hombre vestido fuera de serie, contrasta con ese ambiente, sus colores se definen vivos entre tantos terracotas. Se sienta solo, saluda con la mano a Don Eusebio y éste le acerca un café bien puro, fuerte y oscuro con una espuma suave. Su mirada está perdida, estoy sentada casi en frente. Con la cuchara quita la espuma del café y la degusta con un fino placer. De su bolsillo saca un pequeño reloj de arena, lo coloca sobre la mesa. Lo observa un instante hasta que decide hacerlo funcionar. Intento adivinar cuantos minutos, serán 30 o quizás 1 hora y un poco más. Sus ojos están fijos en la arena que cae como si fuera a decirle algo, ¿qué espera? Al cabo de un instante coloca su mano sobre su cabeza como si fuera una caricia, luego toca su mentón y queda en esa actitud pensante. No sé por qué pero el mirarlo me lleva a pensar en una montaña, en el norte de mi país. El sonido del viento atrapa las voces ancestrales y una plegaria canta a los dioses para que liberen el alma del Cóndor. Quenas, Erkes se escabullen entre mi imaginación y a aquello que rodea a ese hombre. El fuego, el viento y la tierra reseca acompañan mi visión. El cóndor se alza reinante en el celaje.¡ Libertad y poderío al Rey de los cielos! Los ojos del ave se confunden con los del aquel extraño, su mirar me atraviesa, me persigue, no me aleja sino todo lo contrario, me sujeta. El reloj de arena dio fin al tiempo, el hombre me observó y dejó el reloj para mí. Se retiró del lugar como si su estadía hubiera sido un vuelo. Me acerqué a su mesa, tomé el reloj, lo hice funcionar, me alejé del bar. Caminé varias cuadras y todo parecía quieto menos mi interior. Parada en lo alto de mi propia montaña, el viento silba y el Cóndor, está parado a mi lado, dispuesto a volar conmigo.



Cuenta Colonia







 Querido diario :  Recíbeme entre tus hojas vacías para que pueda volver a descansar mi narrativa.  Entre los últimos días de este año 2025....