Hoy a
las 6 am, se registró una temperatura de 33°C, y el canto de las chicharras
anunciaban lo que marca el termómetro.
Jorge trabaja de albañil para mantener a su familia, desde las 8 está
martillando en la casa del vecino del frente. Tiene puesto camisa manga
larga vieja, un pantalón gastado y lleva puesto un gorro, que cada tanto
lo moja para aliviar su cabeza. Es activo, rápido y no para de realizar su
tarea, quiere terminar pronto. Cerca del medio día para, se refresca a la
sombra de un viejo fresno, se prepara un mate y se compró un pebete en la
despensa de la esquina. La dueña de casa, no ha reparado en alcanzarle aunque
sea un vaso de agua fresca, ella prende el aire acondicionado del comedor y se
pasea en ropa liviana como si el mundo de afuera no le impactara ni un segundo.
En unos días se va de vacaciones a Punta del Este con su esposo, un consejero político, por
cierto un hombre bastante desagradable.
Jorge sueña con algún día
retomar sus estudios, quiere ser Prof. de Historia, quizás cuando sus hijos
crezcan. Sueña, sueña. Anoche no pudo dormir bien, el único ventilador que
comparte con su parentela, dejó de funcionar a la madrugada. Los mosquitos los picaron
con tanta intensidad que la familia se brotó y el más pequeño amaneció
con fiebre. Antes de ir a trabajar le sacó turno en el Centro de Salud, para
que su mujer lo lleve.
El hombre necesita cobrar el
día de trabajo, así puede destinar parte de lo ganado al arreglo del
ventilador.
Son las 16hs, finalmente
terminó el día de trabajo, se dirige a la señora de la casa y ella le contesta
que su marido no está y que pase mañana porque hoy no tiene plata para pagarle.
Jorge le pide que algo le dé, pero ella vestida para la pileta, le vuelve a
repetir que pase el día siguiente cerca del mediodía.
Jorge, vuelve a su casa en
bicicleta, pedaleando despacio, con la bronca apagada de tanta injusticia, una
más que sufre por tener alta su dignidad.
El verano no es para el
pobre.
