Soy escritora,soy todos mis intentos por seguir viviendo.
lunes, 28 de enero de 2019
sábado, 26 de enero de 2019
Anhelo
No recogeré los besos que dejaste sobre el manto de la indiferencia.
Ni buscaré el sonido de tu risa en el ocaso de mis días.
He borrado mis huellas, le pedí al mar que las quite de la playa de mi deseo.
No perseguiré los
poemas inconclusos sobre el mapa de mi cuerpo.
En el lienzo de mi
desnudo que mucho conociste, me volví transparente y se ha rasgado de tanta
espera.
Y
Experimenté el amor y el dolor
La tensión agobiante y seductora de tenerte y dejarte ir.
El escribirte en lo triste y en la magia de mis días
vibrantes.
Y llegó la duda en su tierra movediza entre lo que
siento y lo que pienso
Un viejo campanario comenzó a emitir ese cántico ancestral y
no estabas ahí …si lo hubieras visto y volví a implorar tu ser a mi lado.
El día gris te llevó una vez más, mostrándome tu verdadero
sentir.
Perdóname por darte un lugar que no querías.
Y
Un viento de no sé dónde lo trajo.
Él es un guerrero, persigue mi sonrisa.
Se embebe de mis lágrimas cuando te nombro
Toca para mí y no
desea cambiarme en absolutamente nada,
Se desliza en mi cuerpo maduro y besa las cicatrices que
cargo.
No escucha la música que a mí me gusta, pero deja que suene
en mi tiempo
Conoce de espacios y es
un alma vieja.
Desea enamorarme, y yo lo busco entre mis sentires.
El eclipse te arrancó de mí y algo se fue contigo …
Y
¿quién dice que ésta vez, es presente?
El campanario suena con su años...
Derechos de autor
jueves, 24 de enero de 2019
Mi madre
Desde que tengo memoria, mi madre solía escribir en su tiempo libre, que por cierto era muy poco, debido a su tendencia sobreprotectora y culposa. Supongo que por el hecho de ser el único adulto en la casa, madre y trabajadora a tiempo completo, sus ojos estaban siempre pendientes de nosotras. Yo era muy insistente y me gustaba tener el control sobre ella, hasta que un día mi madre con voz firme, muy firme elaboró una serie de reglas en la casa. Nos sentó a mi hermana y a mí y dijo:
-Regla uno: en ésta casa se puede estar enojada, se puede llorar y gritar. Cuando se quiera, se necesite se hablará del enojo.
-Regla Dos: cada una de ustedes tiene una serie de responsabilidades escritas en esta hoja y también sus beneficios.
-Regla tres: cuando su madre escribe, no se la molesta.
Mi hermana más dócil aceptó las reglas, pero a mí no me gustaron nada. Con el tiempo fui entendiendo…
Recuerdo que una madrugada me levanté, fui hasta su dormitorio y no estaba, entonces caminé descalza hasta la sala y la encontré sumergida escribiendo. Observé su rostro completamente relajado, no tenía la línea marcada sobre su frente. Su espalda se erguía y sus dedos eran como una especie de prolongación de su cuerpo. Cada tanto se detenía mirando el teclado y con su mano izquierda hundía sus dedos en su cabellera y practicaba una especie de masaje hasta que nuevamente el impulso volvía sobre ella. Sus ojos que aún suelen mirarme con tanto amor, estaban casi sonrientes y atentos a lo que ocurría frente a ellos. Por momentos un suspiro la acompañaba y por otros alguna lágrima corría por su mejilla. Luego ese gesto, quitarse sus lentes y volvérselos a colocar. Y ese otro, de acostar el dedo índice sobre sus labios y detener el tiempo. No se dio cuenta de mi presencia entonces volví a mi cama tranquila porque sabía que ella estaba. Y esa fue la primera vez que respeté la regla tres, entendí que mi madre necesitaba escribir porque era el momento en que ella podía ser ella y sentir que esa libertad no la perdería por nada ni nadie.
AVG
Desde que tengo memoria, mi madre solía escribir en su tiempo libre, que por cierto era muy poco, debido a su tendencia sobreprotectora y culposa. Supongo que por el hecho de ser el único adulto en la casa, madre y trabajadora a tiempo completo, sus ojos estaban siempre pendientes de nosotras. Yo era muy insistente y me gustaba tener el control sobre ella, hasta que un día mi madre con voz firme, muy firme elaboró una serie de reglas en la casa. Nos sentó a mi hermana y a mí y dijo:
-Regla uno: en ésta casa se puede estar enojada, se puede llorar y gritar. Cuando se quiera, se necesite se hablará del enojo.
-Regla Dos: cada una de ustedes tiene una serie de responsabilidades escritas en esta hoja y también sus beneficios.
-Regla tres: cuando su madre escribe, no se la molesta.
Mi hermana más dócil aceptó las reglas, pero a mí no me gustaron nada. Con el tiempo fui entendiendo…
Recuerdo que una madrugada me levanté, fui hasta su dormitorio y no estaba, entonces caminé descalza hasta la sala y la encontré sumergida escribiendo. Observé su rostro completamente relajado, no tenía la línea marcada sobre su frente. Su espalda se erguía y sus dedos eran como una especie de prolongación de su cuerpo. Cada tanto se detenía mirando el teclado y con su mano izquierda hundía sus dedos en su cabellera y practicaba una especie de masaje hasta que nuevamente el impulso volvía sobre ella. Sus ojos que aún suelen mirarme con tanto amor, estaban casi sonrientes y atentos a lo que ocurría frente a ellos. Por momentos un suspiro la acompañaba y por otros alguna lágrima corría por su mejilla. Luego ese gesto, quitarse sus lentes y volvérselos a colocar. Y ese otro, de acostar el dedo índice sobre sus labios y detener el tiempo. No se dio cuenta de mi presencia entonces volví a mi cama tranquila porque sabía que ella estaba. Y esa fue la primera vez que respeté la regla tres, entendí que mi madre necesitaba escribir porque era el momento en que ella podía ser ella y sentir que esa libertad no la perdería por nada ni nadie.
AVG
Pesadilla
Llegó durante la noche. Siendo parte
de la oscuridad. Alimentándose de mi desconfianza. Rodeó con sus brazos mi
sueño. Despertó mi campo minado y estallé con cada pensamiento. Se hizo voz en la
conciencia y trajo recuerdos viejos. Caminó con libertad en los recovecos de mi
alma. Repitió una y otra vez que “no califico”. Escuché su risa, cuando mis lágrimas
brotaron. Habló de mí, mientras un espejo colocó sobre mi rostro. Mírate, mírate,
gritó. Clavó sus uñas feroces sobre mis venas y mi sangre se derramó sobre la
cama. Con un dedo cubierto de mi rojo, escribió sobre mí, “de tu estupidez no vuelves”.
Su voz me persiguió mientras quería despertar. Era un eco que no paraba, sus
palabras me hirieron. Intenté ver su rostro, pero no sé si realmente tenía uno.
No podía respirar, un ahogo. El despertador sonó a las 6, y mi grito resurgió
en la habitación. Ahora tengo miedo, y huyo de todo halago. ¿Cuándo siento
miedo en quién confió?
AVG
sábado, 19 de enero de 2019
La gotera fue insistente, su
sonido rítmico me despertó a la madrugada. Cerré con más fuerza la canilla que
estaba perdiendo. Me serví un vaso de agua y reparé en que había dejado abierta
la ventana trasera la que da al patio externo. La gotera como tal ácido caló en
el pensamiento, la preocupación se hizo cuerpo.
AVG
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