sábado, 26 de enero de 2019

Anhelo




No recogeré los besos que dejaste sobre el manto de la indiferencia.
Ni buscaré el sonido de tu risa en el ocaso de mis días.
He borrado mis huellas, le pedí al mar que las quite de  la playa de mi deseo.
 No perseguiré los poemas inconclusos sobre el mapa de mi cuerpo.
 En el lienzo de mi desnudo que mucho conociste, me volví transparente y se ha rasgado de tanta espera.

Y

Experimenté el amor y el dolor
La tensión agobiante y seductora de tenerte y dejarte ir.
El escribirte en lo triste y en la magia de mis días vibrantes.
Y llegó la duda en su tierra movediza entre  lo    que siento y lo que pienso
Un viejo campanario comenzó a emitir ese cántico ancestral y no estabas ahí …si lo hubieras visto y volví a implorar tu ser  a mi lado.
El día gris te llevó una vez más, mostrándome tu verdadero sentir.
Perdóname por darte un lugar que no querías.
Y   

Un viento de no sé dónde lo trajo.
 Él  es un guerrero, persigue mi sonrisa.
Se embebe de mis lágrimas cuando te nombro
Toca  para mí y no desea cambiarme en absolutamente nada,
Se desliza  en mi cuerpo maduro y besa las cicatrices que cargo.
No escucha la música que a mí me gusta, pero deja que suene en mi tiempo
Conoce de espacios y  es un alma vieja.
Desea enamorarme, y yo lo busco entre  mis sentires.
El eclipse te arrancó de mí y algo se  fue contigo …

Y

¿quién dice que ésta vez, es presente?
El campanario suena con su años...


AVG
Derechos de autor

jueves, 24 de enero de 2019

Mi madre 
Desde que tengo memoria, mi madre solía escribir en su tiempo libre, que por cierto era muy poco, debido a su tendencia sobreprotectora y culposa. Supongo que por el hecho de ser el único adulto en la casa, madre y trabajadora a tiempo completo, sus ojos estaban siempre pendientes de nosotras. Yo era muy insistente y me gustaba tener el control sobre ella, hasta que un día mi madre con voz firme, muy firme elaboró una serie de reglas en la casa. Nos sentó a mi hermana y a mí y dijo:
-Regla uno: en ésta casa se puede estar enojada, se puede llorar y gritar. Cuando se quiera, se necesite se hablará del enojo.
-Regla Dos: cada una de ustedes tiene una serie de responsabilidades escritas en esta hoja y también sus beneficios.
-Regla tres: cuando su madre escribe, no se la molesta.
Mi hermana más dócil aceptó las reglas, pero a mí no me gustaron nada. Con el tiempo fui entendiendo…
Recuerdo que una madrugada me levanté, fui hasta su dormitorio y no estaba, entonces caminé descalza hasta la sala y la encontré sumergida escribiendo. Observé su rostro completamente relajado, no tenía la línea marcada sobre su frente. Su espalda se erguía y sus dedos eran como una especie de prolongación de su cuerpo. Cada tanto se detenía mirando el teclado y con su mano izquierda hundía sus dedos en su cabellera y practicaba una especie de masaje hasta que nuevamente el impulso volvía sobre ella. Sus ojos que aún suelen mirarme con tanto amor, estaban casi sonrientes y atentos a lo que ocurría frente a ellos. Por momentos un suspiro la acompañaba y por otros alguna lágrima corría por su mejilla. Luego ese gesto, quitarse sus lentes y volvérselos a colocar. Y ese otro, de acostar el dedo índice sobre sus labios y detener el tiempo. No se dio cuenta de mi presencia entonces volví a mi cama tranquila porque sabía que ella estaba. Y esa fue la primera vez que respeté la regla tres, entendí que mi madre necesitaba escribir porque era el momento en que ella podía ser ella y sentir que esa libertad no la perdería por nada ni nadie.
AVG


Pesadilla

Llegó durante la noche. Siendo parte de la oscuridad. Alimentándose de mi desconfianza. Rodeó con sus brazos mi sueño. Despertó mi campo minado y estallé con cada pensamiento. Se hizo voz en la conciencia y trajo recuerdos viejos. Caminó con libertad en los recovecos de mi alma. Repitió una y otra vez que “no califico”. Escuché su risa, cuando mis lágrimas brotaron. Habló de mí, mientras un espejo  colocó sobre mi rostro. Mírate, mírate, gritó. Clavó sus uñas feroces sobre mis venas y mi sangre se derramó sobre la cama. Con un dedo cubierto de mi rojo, escribió sobre mí, “de tu estupidez no vuelves”. Su voz me persiguió mientras quería despertar. Era un eco que no paraba, sus palabras me hirieron. Intenté ver su rostro, pero no sé si realmente tenía uno. No podía respirar, un ahogo. El despertador sonó a las 6, y mi grito resurgió en la habitación. Ahora tengo miedo, y huyo de todo halago. ¿Cuándo siento miedo en quién confió?
AVG

sábado, 19 de enero de 2019


La gotera fue insistente, su sonido rítmico me despertó a la madrugada. Cerré con más fuerza la canilla que estaba perdiendo. Me serví un vaso de agua y reparé en que había dejado abierta la ventana trasera la que da al patio externo. La gotera como tal ácido caló en el pensamiento, la preocupación se hizo cuerpo.
AVG

 Querido diario :  Recíbeme entre tus hojas vacías para que pueda volver a descansar mi narrativa.  Entre los últimos días de este año 2025....