sábado, 12 de diciembre de 2020

La espera

 Hace días que intento escribir esta carta. Pablo me trajo unos papeles que estaban en mi escritorio, tienen una textura fina y casi transparente. Aún no encuentro las palabras adecuadas y mi tono se vuelve frío y distante. Mi terapeuta insiste con la escritura, como si fuera tan fácil dejar plasmado para la eternidad lo que me está pasando. Despedirme de él, es decir adiós a una parte de mí. Y surgen miles de preguntas, si podré volver a sentir, si seré yo o tal vez me convierta en otra persona. No puedo dejar de pensar en lo que dejo, lo bello y todo el dolor, pero mirar hacia el futuro es lo que importa ahora. La enfermera me está haciendo los controles diarios y mi rostro ha adquirido un color más pálido, mis labios se ven cada vez más azulados y ya no puedo caminar. Desde mi ventana se ve hermoso el cielo mientras se deja caer y una pequeña brisa de verano entra sin pedir permiso. Todo es calma y las palabras empiezan a surgir sobre la carta. Me dormí un rato y ella quedó sobre mi regazo. Me despiertan avisándome que ya llegó y me tienen que preparar. Me sentí un poco agitada, las emociones se mezclan y el miedo anuncia su entrada. Está amaneciendo, estoy lista para volver a latir.




sábado, 14 de noviembre de 2020

El último viernes ( relatos )

 

                                           


 

 

El último viernes de la semana prometió lo mismo de siempre; rutina, finalización de  las rendiciones y dejar todo impreso sobre  el escritorio del jefe. El ambiente en la oficina, huele a descanso, a salidas el fin de semana, asados con amigos y  a recorrer la vera del río. Al Pepe  le quedaban un par de años para jubilarse, ni se le ha  cruzado  pensar en lo que vendrá después.  Divorciado desde hace  9 años, sin pareja, dos hijos con vida adulta y un perro que lo espera todos los días. Por la tarde de ese viernes de marzo  tenía turno para controlar su deficiencia respiratoria por ser un gran fumador; vencer la adicción no le ha sido fácil, ha reducido la cantidad  de cigarrillos por día, pero su paso se ha vuelto agitado y lento.

Por la tarde le llega el mensaje del jefe, “a partir del lunes entramos en cuarentena, les estaré enviando novedades, por ahora no se asiste a la oficina” Rulo escuchó las noticias en varios canales y sus hijos le llamaron para decirle que él está dentro del grupo de riesgo y que no salga por ningún motivo, ellos le iban a acercar lo que necesite.

Desde ese día han pasado casi 6 meses, ha visto a sus hijos cada vez que le llevan mercadería y remedios. Ha bajado de peso contrariamente cuando todos han  subido. Se ha permitido salir a pasear al “Tigre”, pero un enorme vacío lo ha tomado por entero. No realiza teletrabajo, alguien lo ha reemplazo en la oficina, pareciera que nadie lo necesita, se siente invisible y de desecho.  Toda su vida ha trabajado, formó  un hogar, ha sido el sostén de la familia y  el cansancio ha sido parte de su respirar por años, primero trabajando  horas extras para terminar la casa, luego vinieron los hijos, pagar las vacaciones, la universidad de los chicos, el divorcio y estos últimos años  la soledad ha sido su refugio.  Tigre y él, se han organizado  durante el aislamiento, los primeros meses el desorden de los horarios  fue desencadenante de un estrés que nunca había vivido, “estar sin hacer nada”, ¿pero qué hacer? Por primera vez en su vida, se ha preguntado, qué le gustaría hacer. Pisando sus sesenta años, recordó que alguna vez quiso estudiar cinematografía, es un amante del cine, durante este tiempo se ha dedicado a ver cientos de películas, pero ¿qué más? El día es largo y las horas parecieran que pasan sin mucho ruido. Ha pintado las paredes más viejas de la casa, ha ordenado los papeles e incluso aquellos que detesta ver. Creó una cuenta en Facebook y ha conocido a alguna que otra  mujer que ha despertado el interés por volver a sentir algo. A veces se queda mirando la vida a través del balcón, observando sin que su respiración  participe en el tiempo de la contemplación.  Reconoce que su soledad ha sido elegida y en cierto punto deseada. Pero la pregunta sigue haciendo ruido y la búsqueda de la respuesta lo ha puesto por primera vez en el camino del deseo. Aislarse para volver a verse.

 

lunes, 9 de noviembre de 2020

Poesía

Hubo un tiempo en el que no entendía lo que era la poesía. Me parecía extraño que alguien pudiera desnudar un sentir y dejarlo escrito en la hoja como si fuera un beso tan efímero como eterno. Ni se me había ocurrido traducir con palabras andantes, el susurro de aquello que no encuentra consuelo y que la sola expresión de su nombre clavaría tan hondo y las entrañas dolieran de tanta agonía. Y en la noche la luna fuera la confidente y la desesperación brotara por esos poros el deseo cubierto de versos sin destinataria. Y a veces la bronca se derramara con tanto ímpetu, como si fuera a gritar en un mundo sin voces. Tanta belleza en algo terriblemente triste o una desbordante alegría que sería capaz de provocar náuseas con tan solo leerla. Amantes declarándose lo imposible y volviéndose cada vez más solitarios. Promesas de pertenencia que se despolvarían en un futuro ante la evidencia de cartas guardadas en un cajón de un escritorio. Servilletas escritas sobre la mesa de un café, que vuelven al escenario de viejas basuras.
Alguien dice: “No tientes a la miseria, que ya hay suficiente”, entonces los versos se rebelan contra la frialdad de un mundo que urge en respuestas y agota de tanta exigencia. No me escribas desde el pedestal donde los dioses con gusto se paran, escríbeme desde lo que dejé de creer, de ver, de sentir y tal vez la poesía sea nueva para mí. Grita justicia y te escucharé.



domingo, 20 de septiembre de 2020

Paulo

 

        Paulo Cortés, podría decirse que es un hombre de bien y para ésta sociedad es un hombre invisible. Trabajador, esposo y padre. Hábil en su oficio de carpintero, aunque sus días laborales los ocupa en una oficina dependiente de la administración pública. Su esposa fiel devota a las creencias, intenta todos los días que sea un hombre de fe, pero Paulo es un escéptico. Tiene gran fascinación por los crucigramas y los domingos se ocupa de completarlos mientras se acompaña con el mate y la radio. Hace varios días que siente un silbido que resuena en el centro de su pecho, le molesta algunas veces, pero entiende que no es de preocupar. Ha decidido intensificar las salidas a correr durante la semana, pasó de dos días a tres. Es un tipo feliz, no cree necesitar nada más, lo tiene todo y no duda en contarlo cada vez que surge alguna oportunidad.
    Paulo siempre se despierta unos minutos antes que suene la alarma, los pájaros suelen ser sus despertadores, los empieza a escuchar cuando está saliendo del sueño. Se levanta, apaga la alarma y sale de la cama. Desayuna solo y se va a trabajar. Tiene la destreza de sincronizar cada acción. Mientras va caminando, ha observado los gorriones, algunos de ellos han mostrado comportamientos muy extraños. Pasan volando alrededor de los lapachos rosados, formando círculos perfectos. Otros se los ve sobre el suelo como aturdidos y somnolientos. Los que están sobre los cables de electricidad tiene una apariencia demacrada como si hubiesen perdido la grasa y masa muscular. Jura que ha visto la  mirada de  un abismo en aquellas aves. Sobre el hecho Paulo se ha quedado pensativo y el silbido se ha convertido en un dolor suave pero punzante.
    El cielo se ha tornado rosado y una cortina de humo hace denso el respirar. Muchos hablan de la inmensa belleza sin saber que las tragedias se estarían anunciando.
   Ese martes al abrir sus ojos, se asombró del silencio absoluto, no hubo cantos de los pájaros despertadores. Desayunó como lo hace habitualmente y sintió un calor pesado al caminar. A llegar a un enorme descampado por donde suele cortar camino, se quedó paralizado al observar el escenario plagado de muerte y silencio. Silencio que perforaba los oídos y apretaba en los pulmones. El campo estaba cubierto de gorriones, de palomas de la virgen, de benteveos, de tacuaritas, de morajúes, de teros….una muerte masiva, como si de golpe hubieran caído abrazando una danza sin retorno. Aquél día Paulo colapsó al saberse tan invisible como aquellas aves.
AVG



miércoles, 26 de agosto de 2020

A veces lluevo

 


A veces  lluevo con la rudeza de mis angustias y la necesidad de mi tierra estéril. Puedo inundarme por dentro y destilar por mis  poros certezas acostadas en algún recinto  del corazón cansado. Doy cobijo al mapa sensible y trato de crear nuevos caminos para desandarlos y recoger lo que no vi florecer. Me vuelvo indigente a la penumbra de la ceguera tan evidente como cruel. Y  cada gota que derramo es una ocasión  de gestar primaveras en desiertos sin nombre.

A veces lluevo para  convertirme en pradera y  te encuentro en cada huella con nuevas formas y profundidades. Lluevo y  te respiro.

AVG



lunes, 3 de agosto de 2020

Espejos

 

 

                                          Una mañana triste  de Marzo volví a la “casa de los espejos”, así la bauticé en mi adultez. Desde niña me fascinaba ver los espejos de diferentes tamaños que vestían las paredes y rincones de  la propiedad de Doña Feli, mi tía abuela. Llegué con el tiempo justo para el entierro de  Don Julián su esposo. Al final del  oficio nos encontramos todos en la casa, allí estaban sus hijos, nietos, mi madre y yo. En nuestra familia se acostumbra  a  que después de una despedida como la vivida, nos juntamos   en torno al mate, algún café, pan casero, queso y salamín.  Las conversaciones se hacían intimas, en algún rincón de la finca, ya sea  dentro o en las galerías nos sentábamos a recordar parte de la vida de Don Julián. Tía Feli, le pidió a mi madre que se quedara unos días, el aire de campo le vendrían bien, y seguramente la compañía de ella sería para Tía Feli un bálsamo. La noche llegó y el sueño no me acobijó, entonces decidí recorrer la casa. Me senté en la sala y el gran espejo fue cubierto de una tela negra, dicen que el alma del difunto si se viera reflejado quedaría atrapado y no podría pasar al otro lado. Es extraño la atracción que me producía ese espejo de estilo francés biselado, tan antiguo que si pudiera hablar  tendría tanto para decir. Esa noche se sentía frío, y tan solemnemente triste. Caminé hacia el lado sur de la casa, observando la luna a través de los ventanales y  algo captó mi atención,  tía Feli iba  cubriendo otros espejos, con  su paso firme y lento. Volví a mi habitación, y  algún sollozo se escuchaba en la madrugada.

 

                                     Los días siguientes fueron calmos y pacientes. Los días de duelo a veces son silenciosos, como permitiendo que el dolor fluya  en los que quedamos en la tierra.   Los trabajadores de la finca frutal  realizaban su  tarea con la fastidiosa rutina. Mientras tanto me permití sentir la naturaleza sabia y generosa.

Las hormigas comenzaron a ingresar a la casa, con cierta rapidez llevándose las migas de pan que habían caído al piso, Tía Feli dijo:

 - Se viene tormenta, vení ayúdame a cubrir los espejos, no vaya a hacer que nos caiga un rayo.


Entonces cubrí los 35 espejos que había en la casa. Confieso que  me gustan, pero   una vez me llevé un susto al ver mi reflejo.

                                    La tormenta llegó con todo, vientos fuertes, levantó tierra y  una serie de rayos cortaban la respiración de lo tan magníficos que se veían al dar  y estallar ruidosamente sobre la tierra. Uno de ellos cayó sobre el viejo roble  ardió casi al instante. Entonces la luz desapareció y las velas se prendieron. Tía Feli me hizo recordar  la  vez que un rayo cayó cerca del  “Pulí”, el hijo  de Don Juan Carlos, que parece que lo dejó  sin parte de su  hombría o eso es lo que cuenta  su ex esposa, mi prima Gretel. El agua llegó cubriendo todo el paisaje como un hermoso velo de aquella que espera ser vista. Son esos instantes, en que nada duele, es ser parte de la creación. Tomé un portavela y  fui hasta la despensa  y al bajar caí de la escalera golpeando mi cabeza. Abrí mis ojos y me vi en el reflejo de  un espejo, desde ese día recorro la finca tan libre como el viento.



AVG


martes, 7 de julio de 2020

De las tramas


Había acomodado los acolchados sobre la inmensa cama que hablaba de algunas soledades. Vestida con ropa de dormir, su cara estaba helada y sus ojos abiertos que miraban el techo como si el ruego de sentirse más cálida, quedara sujeto a cada cuadro blanco del cielorraso. Con sus pies inmóviles, con cada brazo al costado del cuerpo y con su espíritu cansado, esperaba Raquel Suarez que en algún momento el sueño la arrebatara y la llevara a lugares quizás más placenteros. Recordó el frío ante la presencia de fiebre alta y comparó racionalmente con el que atravesaba esa noche, eran diferentes. Éste era vacío, cruel y en cierto punto devastador. Un silencio activo, expectante y deambulando entre paréntesis, se respiraba en esa pequeña habitación. A oscuras intentaba comprender, darle algún sentido a esa experiencia con aire de novedad. El aullido de Flora y las corridas sobre la chapa, distrajeron sus pensamientos y un instante antes del sueño o quizás recorriéndole entendió, que ese silencio necesitaba ser llenado, pero despojándolo de historias, de ropajes viejos y de contratos sin beneficios que se habían quedado en algún reloj y que para marchar necesitaba ser sacudido. La plenitud requiere de muchos inviernos y de numerosos silencios para alcanzarla.
AVG

viernes, 8 de mayo de 2020

El Chirilo



Anoche volvió un compañero,  suele dejarme sin dormir muchas noches. Nada alcanza para cubrirme y alejarme de él. Es amigo del viento y llega para meterse con su poderío en los agujeros de la chapa que cubren  el techo. Se queda en el barro donde apoyo mi cama que la comparto con mi hermano. En la oscuridad pude ver un haz de luz de la enorme luna que cubrió el cielo. Me tiembla el estómago, duele y cómo duele, a veces hace ruido de tanto vacío. Tengo los pies fríos, ni los de mi hermano se calientan. El viejo se quedó dormido después de chuparse todo y cagar a golpes a la vieja. Es al qué más temo, me hablan de monstruos  debajo de la cama o de esos que salen de un ropero, pero a mí no se me aparecen.
El barrio está en silencio debe ser que falta poco para que el sol aparezca. Sueño con que caliente mi cuerpo, y también con  un jarro de mate cocido tibio para que me descongele. Capaz la vieja hace pan y algún guiso. Pancho se acuesta sobre mis  pies y eso es maravilloso, ahora me duermo.  Mañana voy a cazar algunas ranas, me dijo Juan que vio varias en la costa, ahí donde muere el río.  Fritas con sal, ¡qué más puedo pedir! Y cómo nos  vamos a divertir, sino son las anfibias (como le dice mi Seño, creo que la estoy  extrañando) serán los palomones que andan por acá. Me está entrando algo de sueño y calor. La pucha que frío hace.
AVG

martes, 5 de mayo de 2020

Alerta amarilla




El mensaje decía te invito a almorzar en el carnaval. Ella dijo que sí (pero sólo por contestar). Hacía varios días que la alegría y el entusiasmo la habían tomado, tal vez era el ritual que practicaba por las noches dando lugar a su propia locura. El acto consistía en pararse delante del ventilador y rezaba una oración celta (que no entendía una mierda) y como una especie de ventisca hacia ella, repetía una y otra vez el slogan de la felicidad “todo lo que llegará a mí, será para mayor bien, cada pensamiento positivo se instalará en el lugar de los deseos, que así sea”. Eso le cambiaba el día (cosa de mandinga), cuando el pensamiento destructor se disponía a surgir, la frase se adueñaba del instante y con una respiración adecuada  volvía a la calma. Hasta amó esperar el colectivo más de veinte minutos (cosa de mandinga) Se había puesto una remera roja, con la esperanza equivocada de que hiciera resaltar el color de sus ojos y el brillo de su piel. Su mirada en el frente observando cada detalle y dejando que su mente organice las ideas. El joven que iba a su lado desocupó el asiento, y entonces el que llega primero obtiene el tan esperado premio. Hay que ver como las miradas hablan. Recordó que había olvidado la manzana para la tarde. También se había dejado las llaves para abrir y cerrar el depósito. Pero nada logró oscurecer su ánimo y su determinación “iba a ser un gran maldito día”. Todo parece tan lento frente a sus ojos, a tal punto que el colectivo se detuvo. Una ovación se escuchó y la voz del chofer anuncia que un desperfecto mecánico obligaba a los pasajeros a bajar. Ella no tenía interés en esperar el próximo colectivo, entonces caminó. Fueron unas treinta cuadras, bajo el sol con alerta amarilla de ese “bendito día de mierda”. Se le habían ampollado los pies, y su rostro ardía de dolor, mientras el joven le seguía enviando audios de lo maravillosa que era, ella sabía que era un embrujo de mentiras, sólo para entretenerla. Pero los pensamientos derrotistas no cabían en su cabeza un tanto dura, “Iba a ser un gran maldito día”. Llegó a destino y el carnaval frente a sus ojos. Ni el dengue, ni el virus chino, ni el leishmaniosis, ni la resignación de una buena pecadora (está aprendiendo cada vez más), pudieron con el “gran maldito día “, él joven la esperaba en la puerta del comedor, habrá sido él o fue el ritual nocturno? ¡Qué sé yo! , cosa de mandinga, vaya uno a saber.
AVG

En la Revista Aliso N° 16 Marzo de Editorial Ana, publicaron mi relato " Alerta Amarilla " Gracias a Pablo Felizia por la oportunidad de ser leída. Muchísimas  gracias.

Únicas
Si mis manos pudieran ser
suaves y delicadas,
pero se han vuelto ásperas y duras.
El agua fría las rompe y el rechazo las deja sedienta de abrigo.
Si mi cuerpo pudiera ser de seda,
pero el desasosiego lo ha convertido en un desierto.
Si mi memoria pudiera olvidar lo que duele,
abandonaría el recuerdo de tus ojos sobre los míos.
Si mi voz pudiera tener esa calma y esa esperanza eterna,
pero los bolsillos están vacíos y la panza duele de hambre.
Si mis letras fueran el romance debajo de un farol,
pero mis cuadernos se escriben con ese que no tiene voz y la suya es tan parecida a la mía.
Si mis piernas fueran tan largas y provocarían deslizarse sobre ellas,
pero están marcadas por las caídas y los golpes de aquellos que quieren dominar mis pasos.
Si mis labios fueran carnosos y atrevidos,
pero sólo habitan en ellos palabras invisibles y aroma a pan recién horneado.
Si pudiera ser todas “ ellas” a la que sucumbes en tus noches
No sería yo y una daga se clavaría en lo que me hace única.
AVG

lunes, 4 de mayo de 2020

Antología " Enaguas de Río " Un libro escrito junto a 6 escritoras entrerrianas. Cinco relatos de mi  autoría navegan por las hojas. Editorial Ana. Primera Edición. Noviembre 2019 

 Querido diario :  Recíbeme entre tus hojas vacías para que pueda volver a descansar mi narrativa.  Entre los últimos días de este año 2025....