miércoles, 26 de agosto de 2020

A veces lluevo

 


A veces  lluevo con la rudeza de mis angustias y la necesidad de mi tierra estéril. Puedo inundarme por dentro y destilar por mis  poros certezas acostadas en algún recinto  del corazón cansado. Doy cobijo al mapa sensible y trato de crear nuevos caminos para desandarlos y recoger lo que no vi florecer. Me vuelvo indigente a la penumbra de la ceguera tan evidente como cruel. Y  cada gota que derramo es una ocasión  de gestar primaveras en desiertos sin nombre.

A veces lluevo para  convertirme en pradera y  te encuentro en cada huella con nuevas formas y profundidades. Lluevo y  te respiro.

AVG



lunes, 3 de agosto de 2020

Espejos

 

 

                                          Una mañana triste  de Marzo volví a la “casa de los espejos”, así la bauticé en mi adultez. Desde niña me fascinaba ver los espejos de diferentes tamaños que vestían las paredes y rincones de  la propiedad de Doña Feli, mi tía abuela. Llegué con el tiempo justo para el entierro de  Don Julián su esposo. Al final del  oficio nos encontramos todos en la casa, allí estaban sus hijos, nietos, mi madre y yo. En nuestra familia se acostumbra  a  que después de una despedida como la vivida, nos juntamos   en torno al mate, algún café, pan casero, queso y salamín.  Las conversaciones se hacían intimas, en algún rincón de la finca, ya sea  dentro o en las galerías nos sentábamos a recordar parte de la vida de Don Julián. Tía Feli, le pidió a mi madre que se quedara unos días, el aire de campo le vendrían bien, y seguramente la compañía de ella sería para Tía Feli un bálsamo. La noche llegó y el sueño no me acobijó, entonces decidí recorrer la casa. Me senté en la sala y el gran espejo fue cubierto de una tela negra, dicen que el alma del difunto si se viera reflejado quedaría atrapado y no podría pasar al otro lado. Es extraño la atracción que me producía ese espejo de estilo francés biselado, tan antiguo que si pudiera hablar  tendría tanto para decir. Esa noche se sentía frío, y tan solemnemente triste. Caminé hacia el lado sur de la casa, observando la luna a través de los ventanales y  algo captó mi atención,  tía Feli iba  cubriendo otros espejos, con  su paso firme y lento. Volví a mi habitación, y  algún sollozo se escuchaba en la madrugada.

 

                                     Los días siguientes fueron calmos y pacientes. Los días de duelo a veces son silenciosos, como permitiendo que el dolor fluya  en los que quedamos en la tierra.   Los trabajadores de la finca frutal  realizaban su  tarea con la fastidiosa rutina. Mientras tanto me permití sentir la naturaleza sabia y generosa.

Las hormigas comenzaron a ingresar a la casa, con cierta rapidez llevándose las migas de pan que habían caído al piso, Tía Feli dijo:

 - Se viene tormenta, vení ayúdame a cubrir los espejos, no vaya a hacer que nos caiga un rayo.


Entonces cubrí los 35 espejos que había en la casa. Confieso que  me gustan, pero   una vez me llevé un susto al ver mi reflejo.

                                    La tormenta llegó con todo, vientos fuertes, levantó tierra y  una serie de rayos cortaban la respiración de lo tan magníficos que se veían al dar  y estallar ruidosamente sobre la tierra. Uno de ellos cayó sobre el viejo roble  ardió casi al instante. Entonces la luz desapareció y las velas se prendieron. Tía Feli me hizo recordar  la  vez que un rayo cayó cerca del  “Pulí”, el hijo  de Don Juan Carlos, que parece que lo dejó  sin parte de su  hombría o eso es lo que cuenta  su ex esposa, mi prima Gretel. El agua llegó cubriendo todo el paisaje como un hermoso velo de aquella que espera ser vista. Son esos instantes, en que nada duele, es ser parte de la creación. Tomé un portavela y  fui hasta la despensa  y al bajar caí de la escalera golpeando mi cabeza. Abrí mis ojos y me vi en el reflejo de  un espejo, desde ese día recorro la finca tan libre como el viento.



AVG


 Querido diario :  Recíbeme entre tus hojas vacías para que pueda volver a descansar mi narrativa.  Entre los últimos días de este año 2025....