miércoles, 3 de diciembre de 2025

 Querido diario :  Recíbeme entre tus hojas vacías para que pueda volver a descansar mi narrativa.  Entre los últimos días de este año 2025. Intentaré trazar mis huellas mientras camino por las calles de mi ciudad. 

Atte. 

Alejandra 

martes, 20 de junio de 2023

El vuelo


En el viejo mostrador, Don Eusebio está detrás sirviendo una ginebra en un vaso de vidrio verde. La radio sintoniza un tango de los más tristes, llora un amor perdido entre tantos desencuentros. La mesa de madera gastada y las sillas pintadas de color marrón, confunden su antigüedad. Le pido que me traiga un café cortado. Mientras saco mi cuaderno para dibujar una esquina del bar, ingresa un hombre vestido fuera de serie, contrasta con ese ambiente, sus colores se definen vivos entre tantos terracotas. Se sienta solo, saluda con la mano a Don Eusebio y éste le acerca un café bien puro, fuerte y oscuro con una espuma suave. Su mirada está perdida, estoy sentada casi en frente. Con la cuchara quita la espuma del café y la degusta con un fino placer. De su bolsillo saca un pequeño reloj de arena, lo coloca sobre la mesa. Lo observa un instante hasta que decide hacerlo funcionar. Intento adivinar cuantos minutos, serán 30 o quizás 1 hora y un poco más. Sus ojos están fijos en la arena que cae como si fuera a decirle algo, ¿qué espera? Al cabo de un instante coloca su mano sobre su cabeza como si fuera una caricia, luego toca su mentón y queda en esa actitud pensante. No sé por qué pero el mirarlo me lleva a pensar en una montaña, en el norte de mi país. El sonido del viento atrapa las voces ancestrales y una plegaria canta a los dioses para que liberen el alma del Cóndor. Quenas, Erkes se escabullen entre mi imaginación y a aquello que rodea a ese hombre. El fuego, el viento y la tierra reseca acompañan mi visión. El cóndor se alza reinante en el celaje.¡ Libertad y poderío al Rey de los cielos! Los ojos del ave se confunden con los del aquel extraño, su mirar me atraviesa, me persigue, no me aleja sino todo lo contrario, me sujeta. El reloj de arena dio fin al tiempo, el hombre me observó y dejó el reloj para mí. Se retiró del lugar como si su estadía hubiera sido un vuelo. Me acerqué a su mesa, tomé el reloj, lo hice funcionar, me alejé del bar. Caminé varias cuadras y todo parecía quieto menos mi interior. Parada en lo alto de mi propia montaña, el viento silba y el Cóndor, está parado a mi lado, dispuesto a volar conmigo.



Cuenta Colonia







lunes, 16 de enero de 2023

El verano de los pobres

 

Hoy a las 6 am, se registró una temperatura de 33°C, y el canto de las chicharras anunciaban lo que marca  el termómetro. Jorge trabaja de albañil para mantener a su familia, desde las 8 está martillando en la casa del vecino del frente. Tiene puesto camisa manga larga  vieja, un pantalón gastado y lleva puesto un gorro, que cada tanto lo moja para aliviar su cabeza. Es activo, rápido y no para de realizar su tarea, quiere  terminar pronto. Cerca del medio día para, se refresca a la sombra de un viejo fresno, se prepara un mate y se compró un pebete en la despensa de la esquina. La dueña de casa, no ha reparado en alcanzarle aunque sea un vaso de agua fresca, ella prende el aire acondicionado del comedor y se pasea en ropa liviana como si el mundo de afuera no le impactara ni un segundo. En unos días se va de vacaciones a Punta del Este  con su esposo, un consejero político, por cierto un hombre bastante desagradable. 

Jorge sueña con algún día retomar sus estudios, quiere ser Prof. de Historia, quizás cuando sus hijos crezcan. Sueña, sueña. Anoche no pudo dormir bien, el único ventilador que comparte con su parentela, dejó de funcionar a la madrugada. Los mosquitos los picaron con tanta intensidad que la familia  se brotó y el más pequeño amaneció con fiebre. Antes de ir a trabajar le sacó turno en el Centro de Salud, para que su mujer lo lleve.

El hombre necesita cobrar el día de trabajo, así puede destinar parte de lo ganado al arreglo del ventilador. 

Son las 16hs, finalmente terminó el día de trabajo, se dirige a la señora de la casa y ella le contesta que su marido no está y que pase mañana porque hoy no tiene plata para pagarle. Jorge le pide que algo le dé, pero ella vestida para la pileta, le vuelve a repetir que pase el día siguiente cerca del mediodía. 

Jorge, vuelve a su casa en bicicleta, pedaleando despacio, con la bronca apagada de tanta injusticia, una más que sufre por tener alta su dignidad. 

El verano no es para el pobre.


 


martes, 27 de diciembre de 2022

Diógenes

 


 

 

 

Todo comenzó en un terrible junio en plena pandemia, la noticia de rostros de amigos fallecidos por Covid 19, fueron posiblemente el detonante. Pedro se fue encontrando cómodo con el aislamiento. La idea de salir desde hace un tiempo no le estaba aportando demasiado interés, entonces decidió incursionar cada vez  más en la tecnología, realizó compras  por internet; otra Tablet, otro  celular (con más capacidad para almacenar archivos e imágenes).  Los días fueron apareciendo sin tiempo que los  regulara ni motivaciones que lo animaran a  organizar el escritorio de su computadora. Pasaba horas eternas seleccionado información, mandando mails, guardando fotos, archivos y el sólo hecho de pensar en eliminar a cada uno de ellos, le ocasionaba un terror atroz porque tenía la firme idea firme  de necesitarlos  en un futuro. Un apego emocional iba creciendo, a tal punto que sus latidos se aceleraban y la sudoración en sus manos aparecía frente a la decisión de eliminarlos. La enorme casa quedó pequeña frente a tanto para “guardar como” y las noches pasaron de frías a cálidas por inminente verano. A la madrugada  se daba permiso para   salir descalzo, pisar el pasto y regar las plantas del fondo de su  residencia; esos encuentros con la naturaleza le permitían volver a lo esencial, respirar, observar el firmamento y sentir que aún estaba vivo sin ser un spam.

Pero  una larga  noche, el brutal silencio exterior no le despertaba interés, llevaba varios días sin dormir, su espacio único de vida estaba cubierto de restos de comida  y basura. Sus plantas que tanto cuidaba fueron muriendo de a poco y su gato Fermín, una noche salió de curioso y no volvió. Sentado frente a la pantalla de su pc, se desconoció en el reflejo y preso de una gran angustia entró en una ensoñación que eligió ser uno de sus archivos y viajar a través de la red.

Meses  después su gato regresó, su maullido alarmó a sus vecinos y  descubrieron que Pedro  ya no estaba y su computadora continuaba encendida.  

 

 

                                                                                                                                 

sábado, 17 de diciembre de 2022

Carta en el aire

 


Hace un buen tiempo que no volvía a la estación de tren. Será porque la última vez que estuve, fue la última vez que te vi. Me senté en un banco de color verde despintado y saqué el libro que suele acompañarme y pude imaginarme en otro tiempo. Los sonidos han cambiado, el tren ya no es el mismo y las historias de amor ya no quedan suspendidas en los andenes. Tampoco existen esos besos apretados entre el dolor y el amor. Ya no se agitan pañuelos y nadie baja corriendo a colgarse en el cuello del que espera y se funden en un abrazo. El día está gris y una nube de melancolía me está rodeando. Recuerdo tu mirar al alejarte y el dolor se sitúa en el tiempo pasado. Todo ha cambiado. No soy la misma, una gran cuota de razón gobierna mis días y mi sonrisa ha perdido el brillo e incluso durante mis jornadas creo que solamente funciono. La familia está bien, las niñas crecen aceleradamente y verlas a diario hace que mi corazón no deje de latir. He invertido mi energía ya no es hacia dentro sino hacia fuera. Cada ocasión es una excusa para sostenerme. Debo confesarte que no creo en el amor de novela, aunque de vez en cuando me gusta volver a encontrarme con algunos capítulos de aquellas tiras que me acompañaron durante mi infancia y parte de la adolescencia. En la estación de tren, se ven perros hambrientos, los pasajeros llegan corriendo a subirse. Los viejos vagones están vigilando cada movimiento, sirven de abrigo para alojar a los que nadie ve, será que pertenecen a la oscuridad de la ciudad y a la indiferencia que se apodera de las mentes…? La gente está con hambre, los niños en el comedor repiten varias veces la leche y el pan. La droga se los lleva, uno por mes. El centro de salud, cada vez con menos vacunas y los médicos por más que insisten los insumos básicos no llegan. Si me vieras posiblemente no me reconocerías, te lo puedo asegurar. Mis cabellos están blancos, me dejé de pintar las canas. He vuelto a trabajar más horas y mis ojeras se profundizan cada vez más, hay que llevar el pan a la mesa. Pero aún sigo pensando que es una gran victoria levantarme cada día y volver al ruedo. El tren ha llegado y ésta carta se quedará entre los rieles, porque no tiene destino, el viento te ha llevado y la soñadora también se fue.
AVG

viernes, 2 de diciembre de 2022

Nuevo capítulo

 

Hoy,  entre tanta gente sin rostro,

puedo darme el permiso de sentir el derrumbe.

Que cada lágrima de enojo y frustración,

den paso a   ese mar que aún por razones extrañas sigo reteniendo.

Ocho milímetros  de roca arcaica   vuelven a dejarme otra vez vulnerable,

sin mucho horizonte, sin proyectos a corto plazo.

Esta vez, juego con  la ventaja de saber cómo va a doler, y de noches sin dormir.

Afrontar sintiéndome  continente, hay mucho que sostener.

Quizás por esa razón, no me quedé esa noche  a contemplar ese amanecer.

Y esas   palabras que comenzaron a  efervescer en mi mente al compás de mi latido asustado e  incrédulo,  no quise decírtelas y

 las dejé volar a esas alturas. 

Esta noche  puedo, vacilar frente a la luna.

Escuchar el ladrido de los perros huérfanos.

Sentir el aire un poco fresco.

Cerrar los ojos y escucharme en la súplica

Abrazarme al silencio y a la  figura imponente que es la soledad. 

Mañana será otro día.

Mañana.

 


 Querido diario :  Recíbeme entre tus hojas vacías para que pueda volver a descansar mi narrativa.  Entre los últimos días de este año 2025....