Todo comenzó en un terrible
junio en plena pandemia, la noticia de rostros de amigos fallecidos por Covid
19, fueron posiblemente el detonante. Pedro se fue encontrando cómodo con el
aislamiento. La idea de salir desde hace un tiempo no le estaba aportando
demasiado interés, entonces decidió incursionar cada vez más en la tecnología, realizó compras por internet; otra Tablet, otro celular (con más capacidad para almacenar
archivos e imágenes). Los días fueron
apareciendo sin tiempo que los regulara
ni motivaciones que lo animaran a organizar el escritorio de su computadora. Pasaba
horas eternas seleccionado información, mandando mails, guardando fotos,
archivos y el sólo hecho de pensar en eliminar a cada uno de ellos, le
ocasionaba un terror atroz porque tenía la firme idea firme de necesitarlos en un futuro. Un apego emocional iba
creciendo, a tal punto que sus latidos se aceleraban y la sudoración en sus
manos aparecía frente a la decisión de eliminarlos. La enorme casa quedó pequeña
frente a tanto para “guardar como” y las noches pasaron de frías a cálidas por
inminente verano. A la madrugada se daba
permiso para salir descalzo, pisar el pasto y regar las
plantas del fondo de su residencia; esos
encuentros con la naturaleza le permitían volver a lo esencial, respirar,
observar el firmamento y sentir que aún estaba vivo sin ser un spam.
Pero una larga noche, el brutal silencio exterior no le despertaba
interés, llevaba varios días sin dormir, su espacio único de vida estaba
cubierto de restos de comida y basura. Sus
plantas que tanto cuidaba fueron muriendo de a poco y su gato Fermín, una noche
salió de curioso y no volvió. Sentado frente a la pantalla de su pc, se desconoció
en el reflejo y preso de una gran angustia entró en una ensoñación que eligió
ser uno de sus archivos y viajar a través de la red.
Meses después su gato
regresó, su maullido alarmó a sus vecinos y descubrieron que Pedro ya no estaba y su computadora continuaba
encendida.



